En El nacimiento de la tragedia (NT)*, Nietzsche avanza una interpretación de la cultura clásica un tan herética como genial. Grosso modo, la tesis es la siguiente: en su momento de mayor esplendor el hombre griego posee, junto a una lucidez intelectual destacada, una sensibilidad especialmente aguda en relación a los aspectos trágicos de la existencia. El griego está en íntimo contacto con lo irracional y lo absurdo, con la finitud, el caos y el desorden, el destino y la necesidad, y “sublima” ese encuentro de varias maneras – particular y notablemente, por medio del arte. En esta experiencia y asimilación de lo trágico, y no en cualquier otra cosa, radica, según Nietzsche, la peculiaridad de aquel modo de ser griego que hace de él objeto de general admiración.